sábado, 6 de febrero de 2016

Octubre de 1972. "Evocación Sentimental de María Clemencia Camarán"


Octubre de 1972. "Evocación Sentimental de María Clemencia Camarán".



Evocación Sentimental de María Clemencia Camarán.


Participación en el homenaje del Centro Bolivariano de Valencia en el primer mes de su muerte, el 10 de octubre de 1972.

El vacío que dejó María Teresa Camarán en su reciente viaje definitivo, es muy difícil de llenar. Ella cubre con su nombre una de las páginas más brillantes y hermosas en la historia de la cultura de la región. Su longevidad espiritual y física nos ofrece características verdaderamente admirables. Nació para las letras, vivió para las letras y murió en pleno ejercicio literario, como aquellos soldados heróicos que no se apartan de la trinchera de combate hasta no haber agotado sus últimos cartuchos. Fue superior al cansancio que la vida puede darnos y fue también superior al almanaque. Un caso excepcional.

Hija de un rico hacendado de Nirgua, Don Francisco Camarán, y de Doña Clemencia Pérez de Camarán, recibió cuando niña una cuidadosa y esmerada educación. Sus primeros estudios los hizo en su pueblo nativo de Nirgua y de allí fue trasladada luego al Colegio de Nuestra Señora de Lourdes de Valencia, donde estudiaría francés, inglés, manualidades, piano y pintura. La historia, la literatura, y el arte, fueron sus materias favoritas, y desde sus más tiernos años adquirió la manía de soñar. Escribir un verso, ensayar una melodía, delinear un paisaje: he allí sus entretenimientos favoritos. Desde la jaula bulliciosa del colegio, procuraba mirar hacia la calle, con ansías de ver la vida, de compenetrarse con ella, de dar rienda suelta a una sensibilidad interior llena de ocultas y profundas ansiedades, síntoma inequívoco de una vocación literaria incontenible, que agitaría su juventud. 

Tenía sangre de próceres. Era bisnieta del comandante Andrés Pérez, que anduvo al lado del Libertador y que intervino en varias batallas, entre ellas la de Carabobo, recibiendo más tarde las más alas condecoraciones de parte del gobierno y el Congreso de Colombia. Su padre estaba modelado física y psicológicamente en esa recia fragua en que se templó el acero de nuestros héroes, y quizá por eso mismo su hija dio demostraciones de ser una mujer de temple magnifico: al lado de su sensibilidad de artista; junto a su temperamento poético y muchas veces confundiéndose con él, podían encontrarse en ella algunos rasgos de ardorosa rebeldía, de dignidad irreversible, de rectitud insoslayable. Fue en esto superior a las más variadas e inesperadas contingencias. Inclusive fue capaz de poner sordina a sus emociones cuando algún dolor, por profundo que éste fuera, trataba de doblegarla.

¿Cuánto tiempo permaneció María Clemencia en las páginas de los periódicos, llevando al ánimo de sus lectores una inquietud literaria y una sensibilidad humana verdaderamente maravillosas? Cerca de sesenta años. Ya para 1922, es decir, desde hace cincuenta años, se había destacado en las letras como una figura de primera categoría, hasta el punto de que el gobierno del Estado Yaracuy, presidido entonces por el general Victoriano Giménez, decidió rendirle un homenaje. El Ejecutivo regional se trasladó en pleno a Nirgua, a la casa de María Clemencia, donde había de celebrarse un expresivo acto cultural en honor suyo y donde el secretario privado del general Giménez, el escritor Nicolás Perazzo pronunciaría un elocuente discurso. Este homenaje consistió en la entrega de una pluma de oro y un pergamino de reconocimiento; de reconocimiento a sus méritos literarios. Concurrieron a él delegados de los pueblos vecinos. Valencia estuvo representada por Don Luis Taborda, Carmen Leonor Ortega de Taborda, Dr. Miguel Bello Rodríguez, Dr. Víctor M. Lozada, Dr. Roberto Carvallo y José Antonio Paz García. Se estimulaba así una figura joven surgida con gran fuerza en el ámbito regional.

María Clemencia nos confesaba alguna vez que ese día lloró de la emoción, y este recuerdo candoroso lo rubricaba con una graciosa anécdota:

- Cuál no sería mi sorpresa - nos decía - cuando después de haber llorado tanto, como una buena pendeja, se acercó un funcionario del Ejecutivo yaracuyano y me dijo:

- Entrégame esa pluma, que esa no es la tuya, sino la que se le va a entregar al bachiller Federico Quiroz. La tuya se mandó a grabar y no ha llegado todavía. Te la enviaremos desde San Felipe.

Esperó cincuenta años, y la pluma no llegó nunca.

Ya para entonces, María Clemencia Camarán era admirada y cantada por los poetas. En ese mismo año de 1922, el poeta Marco Aurelio Rojas correspondió a un mensaje suyo con el siguiente soneto:



Palabras de Año Nuevo
A María Clemencia Camarán, en Nirgua.

Feliz año, me dices, y tu mano
tiendes a mi, benévola y sonriente;
tu mano, misteriosa y confidente
de los jardines cándidos y el piano.

En tu cariño y tu fervor cristiano
halló consuelo el corazón doliente
para todos las penas del presente
y las incertidumbres de lo arcano.

Estaba el corazón bajo la nieve;
mas, tu dulce palabra me conmueve
en la ruda ataraxia de mi hastío:

y así bendigo tu cordial empeño
porque en perpetuo paraíso sueño
para tu corazón y el mío.

Después, vendrían otras cosas: vendría su matrimonio con Jorge Aude, en 1926, del cual habrían de nacer sus hijos Iván y Gloria; su posterior traslado a Barquisimeto, donde el año 30 iba a intervenir con gran eficacia en la organización del programa conmemorativo del centenario de la muerte del Libertador; fundaría el Ateneo de Valencia en 1935; recibiría un homenaje, promovido por el Ejecutivo del Estado Carabobo en 1957, con la entrega en el Teatro Municipal de Valencia de 28 diplomas y 5 medallas de oro, ingresaría en el mismo año de 1957 a la Academia Nacional de la Historia como Miembro Correspondiente por el Estado Carabobo; sería más tarde condecorada por el gobierno nacional: ocuparía un escaño por elección popular en la Legislatura del Estado Carabobo; sorprendería a la crítica y a los sectores de artes plásticas con una espléndida exposición de pintura en 1971. Y, después de todo, su actividad intelectual continuaría siendo cada vez más intensa. (Una biografía de Don Santiago González Guinán, escrita en colaboración con el Dr. Fabian de Jesús Díaz, y un libro de pequeñas biografías de los próceres de la Batalla de Carabobo, así lo testifican). En la prensa local, sería una columnista infatigable. Escribiría para los periódicos tres crónicas semanales.

Pero en medio de todo esto, y esto es muy importante, conservaría las características de una modestia personal a toda prueba. Nada de poses. Nada de artificios. Siempre su misma sencillez bondadosa, su mismo carácter servicial y amistoso de todos los días. Alguna vez dijimos en una crónica nuestra, que María Clemencia Camarán era la negación de la vanidad. Y era cierto.

Nos conocimos en 1940, hace justamente 32 años. Ya para entonces su nombre había alcanzado justificada resonancia en el campo de las letras venezolanas. Ya para entonces los críticos literarios la mencionaban con justificada admiración cuando querían evocar otras figuras femeninas en las letras del continente: Delmira Agostini, Alfonsia Storni, Juana de Ibarbouru, Gabriela Mistral. Ya para entonces María Clemencia Camarán había empezado a ser María Clemencia Camarán.

En Febrero de ese año, vine yo a Valencia, enviado por el gran escritor carabobeño José Rafael Pocaterra, Ministro del Trabajo y de Comunicaciones, para desempeñar el cargo de Inspector del Trabajo en los Estados Carabobo, Cojedes y Yaracuy. María Clemencfia era Comisionada a la Orden de la Inspectoría: una especie de jefe de servicio o directora de la oficina. Nos entendimos de maravilla. Ella fue mi mejor punto de apoyo para hacer contacto con Valencia; sobre todo, con los sectores culturales de Valencia. Eramos dos espíritus afines: ella, una poetisa de renombre; yo, un aficionado a las letras, con un libro de versos en la mano, que acababa de salir de la imprenta: "Surcos de Occidente", con carátula de Leoncio Martínez (Leo) y prólogo del poeta colombiano Teodoro Gutiérrez Calderón.

Este encuentro no podía ser para mí más afortunado. Además, la secretaria de la Inspectoría, amia y compañera entrañable de María Clemencia, era una de las muchachas más inteligentes que he conocido en Carabobo: Lilia Noda Salvatierra, hoy viuda de Correa Avila. Y como si esto fuera poco, también formaba parte del personal de la Inspectoría el notable cuentista carabobeño Arturo Castrillo, una de nuestras últimas figuras románticas del criollismo, cuyo libro de cuentos "Garúas de Enero", bautizaríamos más adelante. En una oficina contigua, el poeta Eduardo Herrera, intelectual en toda la línea y hombre dotado del más ingenioso buen humor, investido entonces con el cargo de Procurador de Trabajadores; cerca también al lado suyo, como Agente de Colocaciones, nuestro colega en achaques históricos y literarios Torcuato Manzo Nuñez. Y después, para completar el cuadro, ingresaría también a la Inspectoría la poetisa Margot Ramírez Travieso. No se podía evitar que la Inspectoría se convirtiera en un Ateneo. Sin embargo, los intereses de los trabajadores estaban bien representados. Un equipo de personas de alta sensibilidad social se encargaría de defender sus derechos, con la más absoluta lealtad y con la más decidida consagración a la causa obrera. Para complemento se disponía entonces de un Juez del Trabajo, probo y austero, el Dr. Luis Guillermo Arcay, que era la personificación más caracterizada de la recta aplicación de la hermenéutica jurídica. Un juez incorruptible y un buen jurista.

Así se inicio mi fraternal encuentro con María Clemencia Camarán en Valencia. Después, estaríamos juntos en todas partes: en las instituciones sociales y culturales, en el Ateneo, en la Asociación de Escritores, en la AVP, en la Sociedad Bolivariana, en la Sociedad Amigos de Valencia, en las columnas de los periódicos, en los jurados literarios, en la Academia de la Historia. Y menciono estos vínculos, no por vanidad, ni por oportunismo, ni por falsa modestia, ni por orgullo personal propio, sino para justificar la afirmación de que la conocí muy de cerca y de que estoy en condiciones de afirmar que María Clemencia Camarán es una de las figuras más extraordinarias que han producido las letras regionales en los últimos tiempos. Tenía talento, capacidad creadora, voluntad de servicio, bondad inagotable, generosidad útil, sensibilidad humana profunda. Quizá como escritora, tuvo un defecto, que alguna vez comentamos con ella misma: su prodigalidad excesiva. Se sentaba a escribir, y era como abrir un grifo: dejaba correr su prosa como dejar correr el agua; no maceraba su obra, no la decantaba; le faltaba auto-crítica.

Hay que advertir, no obstante, que dentro de esa soltura pródiga de su capacidad creadora, solía escribir páginas admirables. Algunas de esas páginas deben ser recogidas en un libro. Prueba de ello es su última crónica: la que estaba escribiendo cuando repentinamente le sobrevino la muerte. Estaba haciendo en ese momento un enfoque magnífico de nuestras actuales relaciones con la Madre Patria. No se le podría cambiar ni una coma a lo escrito: firmeza en el concepto, claridad en la expresión, absoluta corrección en la forma.

Esa era María Clemencia. Así la vimos y la admiramos todos sus amigos. Así la habrá de ver la crítica. Así la habrán de ver las generaciones que vengan detrás de nosotros.

Así la vió su tierra.

Alfonso Marín.

Valencia, 10 de octubre de 1972,













A

2 comentarios:

  1. Las palabras del Señor Marín acerca de mi abuela llenaron de gozo mi corazón, gracias! Fue al parecer una amistad realmente trascendental. Aunque disfruté de mi abuela for 10 años, si lamento no haber podido compartir una conversación con ello dos juntos.
    Maria Gloria Montenegro Aude.

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  2. Adoré con toda mi alma a mi Tía Abuela María Clemencia Camarán,mi gran parecido con ella reflejan el intenso amor por las letras, el arte, la música y la amena conversación. Fué gran amiga de mi Padre Cèsar Antonio Polo Castellanos,a menudo visitaba nuestra casa en la Pastora, vivíamos muy cerca, observar sus menudos movimientos con la fuerza y su don de la palabra era realmente interesante. Sociable, mujer única, avasallante, como un corcél, rápida y ágil pulsaba cada tecla de su máquina de escribir. Hermana de mi Abuelo Francisco Camarán, Tía de mi Madre Carlota Camarán Pietri,yaracuyanas. Adoptó a nuestra bellísima Valencia dónde desplegó sus tesoros de mujer sabía, humana y recta. Gracias por haberla amado tanto mi hermosa Valencia. Inolvidable su pluma alada!!!.
    Maigualida Polo Camarán.

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