EL
CARABOBEÑO
Balcón
Abierto del Cronista de la Ciudad.
La
Batalla de Carabobo
Durante
nuestra guerra de independencia se libraron en territorio del estado Carabobo
numerosas batallas; en el territorio situado bajo la influencia de Valencia,
que era inmenso y que comprendía toda la cuenca del Lago, incluyendo los valles
de Aragua. Las razones son obvias: la logística. Aquí estaban los mayores
recursos. Esta cuenca fue la región más próspera de Venezuela durante la
colonia. Los grandes terratenientes caraqueños se enorgullecían de poseer sus
mejores haciendas en esta zona. Los personajes extranjeros que nos visitaban,
se quedaban admirados de esta prosperidad. Sobre todo Humboldt, quien nos
revela en sus memorias que encontró en las inmediaciones de Valencia, dos
molinos para desmontar algodón, uno de tracción sanguínea y otro de tracción
hidráulica. Y así sucesivamente.
Por eso
mismo y también por razones estratégicas, la lucha en esta zona fue más intensa
que en cualquiera otra parte. Por eso se quejaba Bolívar cuando tuvo que salir
derrotado de Puerto Cabello el año 12, traicionado por Francisco Fernando
Vinoni, de que en sus manos se había perdido la República. Se desesperó hasta
el delirio. Nunca las derrotas sufridas por él durante la guerra, habrían de
afectarlo tanto. Y por eso mismo le decía un día a Urdaneta, al ordenarle
sostener a Valencia: “¡Defenderéis a Valencia, ciudadano general, hasta morir!”.
Poseer a Valencia en los días de la guerra, era más importante, estratégica y
logísticamente, tanto para los patriotas como para los realistas, que poseer a
Caracas. En ambos sentidos se ejercía desde aquí sobre todo el territorio de
Venezuela el dominio de un panorama mucho más amplio. Por eso mismo tenemos la
intención y la esperanza de escribir algún día un ensayo sobre esta materia, no
sólo para dejar constancia de esas numerosas acciones libradas aquí, sino
también para señalar y analizar la especial importancia de ellas, que en
conjunto fueron decisivas para el triunfo definitivo de las armas patriotas. De
esté no nos queda la menor duda.
Sin
embargo, con frecuencia nos olvidamos de ellas. Casi nos atrevemos a negarle
importancia a los dos sitios de Valencia, de cuando la defendió Escalona y
cuando la defendió Urdaneta. Al hacer la narración de aquella gran contienda,
pasamos ligeramente sobre estos hechos. ¡Y hay que ver lo que significaron
todos aquellos sangrientos episodios ocurridos entonces!.
Por
ejemplo: hasta nos olvidamos de que Valencia tuvo que ser tomada a sangre y
fuego, después de dos días de intensa lucha, el 13 de agosto de 1811. El
marqués del Toro había tratado de dominarla, y no pudo. Tuvo que intervenir
personalmente el general Miranda. Y ya sabemos que aun después del 5 de julio,
Coro, Maracaibo y Guayana, habían ratificado su lealtad a España. Las dificultades
iniciales de la guerra presentaban para los patriotas un horizonte sombrío. De
todos modos, esas dificultades, por poderosas que fueran, había que vencerlas,
y así se hizo.
Una de
las acciones dejadas un poco de lado por nosotros, es la primera batalla de
Carabobo, librada por el propio Libertador contra Cagigal, Calzada, Remigio,
Ramos, Ceballos y Correa, el 28 de mayo de 1814. (Nos conformamos con hacer
referencia a la segunda, la del 21 de junio de 1821, que selló nuestra
independencia). Sin embargo, la primera también fue excepcionalmente
importante. Basta observar que en ella se enfrentaron 5.000 soldados patriotas
contra 6.000 soldados realistas. Los preparativos de esta acción duraron varios
días, y en esos preparativos se puso una vez más de manifiesto la capacidad
táctica y estratégica de Bolívar. El
parte de la batalla, boletín No. 53, dado por el ejército libertador, no puede
ser más elocuente. Al pie de la letra dice: “Los republicanos tomaron en el campo
1.100 prisioneros, 500 fusiles, 7 piezas de artillería, los parques, cajas de
guerra y ocho banderas de los realistas, entre ellas la del régimen de Granada.
También quedaron en su poder la secretaría de Cagigal, ganados, muchos caballos
y un inmenso botín cogido por la tropa en los equipos de los jefes realistas”.
Alfonso
Marín.
Valencia,
abril de 1987.
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