Revista “Actualidad”.
Valencia, Julio de 1944
El mejor homenaje al Libertador
Se ha abusado
mucho entre nosotros y aún se abusa, del nombre de Bolívar. Desde los escarceos
simplemente especulativos, esgrimidos con desenfado en el campo literario,
hasta la detonante retórica de los discursos que se pronuncian en los actos más
solemnes, las tres sílabas armoniosas del apellido ilustre, se usan como
recurso para arrancar aplausos, o para disfrazar en ciertos casos la pobreza
del estilo, la ignorancia de los temas tratados o la ausencia de las ideas.
Y el nombre
de Bolívar se presta para todo. La vida y la obra de este hombre excepcional,
constituyen un filón inagotable, situado al alcance del más precario esfuerzo
de la imaginación. No es necesario conocer nuestra Historia, ni haber analizado
los hechos, para darse cuenta de que en esa mina inconfundible que es Bolívar,
el oro y los diamantes saltan a flor de tierra.
Y al lado de
este abuso de su nombre, se incurre también con desesperante frecuencia en la
práctica de un sentimentalismo irreflexivo, que mira hacia el pasado en busca
de glorias pretéritas, como de un patrimonio para disimular nuestros defectos.
Nos empeñamos en alimentar nuestros sueños de grandeza y de triunfo, con una
infantil evocación de la grandeza y del triunfo de aquellos hombres que con el
Libertador a la cabeza, venciendo obstáculos y superando sacrificios, cambiaron
un sistema, crearon patrias y echaron los cimientos de nuestra libertad.
La mayor
parte de las celebraciones de ciertas fechas clásicas, se reducen a una
pirotecnia de palabras, cargadas de adjetivos, en que la utilidad y la eficacia
de los actos de los hombres de hoy, en nada se asemejan a la utilidad y la
eficacia de los actos de los hombres de ayer.
Pero si
penetramos con devoción menos ficticia o menos ciega en el ideario del
Libertador, nos encontramos con que ese ideario
más que un simple pretexto de elucubraciones ocasionales, debe ser para
los hombres responsables de América, un vivo ejemplo de entereza, capacidad de
lucha y de trabajo, de constancia, de optimismo y de fe.
El Libertador
fue un hombre que llenó con su actividad incomparable, con su dinamismo
intelectual y su desprendimiento, los
horizontes de una época. Se dio por entero y sin reservas a las necesidades y a
los problemas de su tiempo. Conceptuó como el más alto timbre de gloria y de grandeza, la función de ser útil.
Creó recursos donde éstos no existían, levantó los ánimos caídos, contagió su
optimismo, impuso sus ideas y enarboló con mano firme y para siempre la bandera
de sus ideales de justicia.
Por eso es
preferible tratar de interpretar sus intenciones generosas y llevar a la
práctica sus ambiciones de renovación y de progreso, antes que detenerse en un
recogimiento casi místico, de genuflexa admiración contemplativa, ante la obra
que él y sus hombres realizaron. Es preferible interpretar su pensamiento para
darle vigencia, en beneficio de su pueblo, porque la implantación y la defensa
de los principios destinarios que constituyeron el objeto primordial de su
vida, en lo social y en lo político, ha de constituir ahora y siempre el mejor
homenaje de los delegatarios de su gloria.
Alfonso
Marín.
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