EL NACIONAL
Última
visita de Bolívar a Valencia
El 4 de
enero de 1827, en horas de la tarde, hace su entrada el Libertador por última
vez a Valencia. Esta visita se produce en momentos muy críticos. El general Páez
se ha estado negando en forma reiterada a recibirlo. Se están viviendo en
aquellos días en todo su apogeo las alarmantes expectativas de La Cosiata. Páez
se encuentra prácticamente alzado, en franca rebeldía contra el Congreso y el
gobierno de Colombia. Ha dado instrucciones por escrito a su compadre Cornelio
Muñoz, situado en Achaguas, para que se mantenga en pie de guerra. Le dice que
Bolívar “viene con el puñal en la mano”, y por último le advierte “Señale esta
carta a todos nuestros compañeros, y dígales que cuento con todos, todos,
todos, y que no se fíen del nombre de Bolívar, porque con él viene sorprendiéndonos
para llevarnos amarrados a Bogotá”.
Bolívar,
sin embargo, diplomáticamente logra dominar la situación: lo primero que hace
al llegar a Puerto Cabello, es lanzar un decreto de amnistía general, eximiendo
de toda culpa a los comprometidos en La Cosiata. Todos quedan indultados
mediante este decreto, y al día siguiente de su llegada a Valencia, le escribe
al general Rafael Urdaneta y le dice: “Ayer llegué a esta ciudad, donde me han
recibido con un entusiasmo loco. Abracé al general Páez y en ese abrazo, puede
decirse, que hemos ahogado la guerra civil”.
Esa
misma noche del 4 de enero, Páez le dio un banquete al Libertador, y allí fue
donde se produjo el célebre episodio con el coronel Escuté, a quien Bolívar se
vio precisado a reclamarle airadamente, que él acababa de salir de las filas
realistas, “con las manos tintas en sangre americana”.
Al día
siguiente se le ofreció un baile al Libertador en la casa de la familia
Malpica, y a ese baile queremos hacer especial referencia en estos comentarios.
Es bien
sabido que Bolívar no aceptaba nunca, que del tesoro público se distrajeran
fondos para recibimientos o fiestas en su honor. En esto fue siempre muy celoso,
sobre todo en sus andanzas por los países del sur, en los días feéricos de
1825. No ha habido hasta ahora ningún hombre de Estado, que cuide tanto y que
respete tanto los dineros públicos. Llegó al extremo de decretar la pena de
muerte para los peculadores. Más todavía: los jueces que incurrieron en lenidad
o resultaron complacientes con los peculadores, quedaban sujetos a la misma
pena. Confiscación de bienes y pena de muerte. Ese decreto no ha sido revocado,
pero no se cumple. Ojalá nuestros gobernantes resolvieran aplicarlo.
Hemos hallado
en el Concejo Municipal de Valencia, un manuscrito original con la lista de lo
que se gastó en ese baile; entre otras cosas: tres docenas de vino Moscatel,
tres docenas de vino Burdeos, una botijuela de aceitunas, tres y media docena
de botellas de cerveza, dos pavos, once gallinas, seis capones, dos cochinos y
otras menudencias. Se incluyen también los utensilios y el servicio. Todo por
un costo total de quinientos treinta y cinco pesos. (Lo más costoso fue la
música: ciento cuarenta y seis pesos).
El
baile duró hasta la madrugada del día 7 y ese mismo día salió Bolívar en
compañía del general Páez para Caracas. El 8 estaban en La Victoria y el 10
hicieron ambos su entrada triunfal en Caracas, en coche descubierto, uno
sentado al lado del otro, en medio de una delirante manifestación de júbilo del
pueblo caraqueño. El día 12 le escribe el Libertador a Pedro Briceño Méndez y
le dice: “Caracas me ha recibido de un modo que yo no puedo expresar. El
entusiasmo y el gozo llenaban todos los corazones…”.
Alfonso
Marín.
15 de
mayo de 1984.
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