domingo, 22 de abril de 2012

30 de Diciembre de 1985. "El Monumento de Carabobo"


EL CARABOBEÑO

Balcón Abierto del Cronista de la Ciudad.
  
El Monumento de Carabobo

El monumento conmemorativo de la batalla de Carabobo es, en su género, el más expresivo y majestuoso que existe en el continente, y en estos momentos está siendo totalmente restaurado para redimirlo de los serios deterioros que ha venido sufriendo a través de los años. Estos deterioros se han producido por la falta de mantenimiento a que ha estado sometido.

A propósito, vale la pena recordar cómo y cuándo fue construido este monumento.

En primer lugar, hay que advertir que lo primero que se construyó fue el Arco del Triunfo, inaugurado el 24 de junio de 1921, en el primer centenario de la célebre batalla, obra de los ingenieros venezolanos Ricardo Razzeti y Alejandro Chatain, bajo la dirección de Manuel Vicente Hernández, mientras que los motivos ornamentales –relieves, tarjetones, cariátides- fueron ejecutados por el escultor venezolano Lorenzo González, para entonces director de la Escuela de Artes Plásticas de Caracas.

El monumento central, en cambio, fue construido entre 1927 y 1930, para ser inaugurado el 17 de diciembre de este último año, primer centenario de la muerte del Libertador, y fue levantado sobre piedras traídas de La Puerta, estado Guárico, donde las fuerzas patriotas habían sufrido algunas derrotas durante la guerra. De este modo, aquellas piedras trágicas, de ingrata memoria, iban a servir de base para la perpetuación de la gloria de los héroes que tomaron parte en la batalla.

Las cosas ocurrieron de este modo: cuando se pensó en realizar esta obra, el general Juan Vicente Gómez ordenó que le buscaran el escultor más famoso que hubiera en aquellos momentos, y fue entonces cuando se pensó en Don Antonio Rodríguez Del Villar, escultor español residente en Bogotá por cerca de diez años, donde había realizado obras escultóricas notables, entre ellas algunos bustos del Libertador. Inmediatamente se le dieron instrucciones al embajador de Venezuela en Bogotá, doctor Andrés Eloy de la Rosa, para que invitara al artista a venir a Venezuela y para que presentara un proyecto, y así se hizo. Del Villar elaboró un boceto de escultura, que fue aprobado sin más demora, y él mismo quedó comisionado para viajar a Italia y a España para dirigir el vaciado de las numerosas piezas que integran el monumento. Era necesario proceder de este modo, porque apremiaba el tiempo y el monumento tenía que quedar totalmente terminado para la fecha ya convenida.

Un detalle: nos contaba Don Antonio Rodríguez del Villar, durante las conversaciones que sostuvimos con él y su esposa Doña Elvira, en una entrevista-foro que le hicimos para El Nacional, de Caracas, que el día que se embarcó en La Guaira para ir a Europa, se encontró a bordo con monseñor Salvador Montes de Oca, obispo de Valencia, quien iba desterrado por el gobierno del general Gómez, y naturalmente hicieron en el trayecto una buena amistad.
-         Quién le iba a decir a usted –nos explicaba- que años más tarde me tocaría a mí la misión  de hacer una estatua del obispo mártir, para ser colocada en una plaza de Valencia.

Don Antonio Rodríguez del Villar era conversador notable y de su permanencia en Colombia y Venezuela conservaba innumerables anécdotas. En Bogotá se hizo muy amigo de Guillermo Valencia. Su señora, una mujer encantadora que todavía vive en Caracas, completaba la escena. Una pareja admirable.

Se quejaba el artista, de que a pesar de que su proyecto original para este monumento había sido aprobado por artistas e historiadores en todas partes, a última hora fueron hecha en él algunas modificaciones, con las cuales no estuvo de acuerdo; todo con el fin de reducir su costo. Este costo fue de setecientos cincuenta mil bolívares para la entrega del monumento totalmente instalado y terminado. El se sentía orgulloso de esta obra, la más importante realizada a lo largo de su carrera profesional, que indudablemente fue muy fecunda. La estatua de la Virgen de Coromoto, que se encuentra en Guanare, y la del licenciado Miguel José Sanz, que podemos contemplar hoy en el colegio de abogados del Distrito Federal en Caracas, son también obra suya.

En los días de la conmemoración del sesquicentenario de la batalla de Carabobo en 1981, se le otorgó al artista con carácter póstumo la condecoración Sol de Carabobo. Su viuda vino entonces de Caracas para recibirla.


Alfonso Marín.


Valencia, diciembre de 1985.

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