EL
CARABOBEÑO
Balcón
Abierto del Cronista de la Ciudad.
El
Monumento de Carabobo
El
monumento conmemorativo de la batalla de Carabobo es, en su género, el más
expresivo y majestuoso que existe en el continente, y en estos momentos está
siendo totalmente restaurado para redimirlo de los serios deterioros que ha
venido sufriendo a través de los años. Estos deterioros se han producido por la
falta de mantenimiento a que ha estado sometido.
A propósito,
vale la pena recordar cómo y cuándo fue construido este monumento.
En
primer lugar, hay que advertir que lo primero que se construyó fue el Arco del
Triunfo, inaugurado el 24 de junio de 1921, en el primer centenario de la
célebre batalla, obra de los ingenieros venezolanos Ricardo Razzeti y Alejandro
Chatain, bajo la dirección de Manuel Vicente Hernández, mientras que los
motivos ornamentales –relieves, tarjetones, cariátides- fueron ejecutados por
el escultor venezolano Lorenzo González, para entonces director de la Escuela
de Artes Plásticas de Caracas.
El
monumento central, en cambio, fue construido entre 1927 y 1930, para ser
inaugurado el 17 de diciembre de este último año, primer centenario de la
muerte del Libertador, y fue levantado sobre piedras traídas de La Puerta,
estado Guárico, donde las fuerzas patriotas habían sufrido algunas derrotas
durante la guerra. De este modo, aquellas piedras trágicas, de ingrata memoria,
iban a servir de base para la perpetuación de la gloria de los héroes que
tomaron parte en la batalla.
Las
cosas ocurrieron de este modo: cuando se pensó en realizar esta obra, el
general Juan Vicente Gómez ordenó que le buscaran el escultor más famoso que
hubiera en aquellos momentos, y fue entonces cuando se pensó en Don Antonio
Rodríguez Del Villar, escultor español residente en Bogotá por cerca de diez
años, donde había realizado obras escultóricas notables, entre ellas algunos
bustos del Libertador. Inmediatamente se le dieron instrucciones al embajador
de Venezuela en Bogotá, doctor Andrés Eloy de la Rosa, para que invitara al
artista a venir a Venezuela y para que presentara un proyecto, y así se hizo. Del
Villar elaboró un boceto de escultura, que fue aprobado sin más demora, y él
mismo quedó comisionado para viajar a Italia y a España para dirigir el vaciado
de las numerosas piezas que integran el monumento. Era necesario proceder de
este modo, porque apremiaba el tiempo y el monumento tenía que quedar
totalmente terminado para la fecha ya convenida.
Un
detalle: nos contaba Don Antonio Rodríguez del Villar, durante las
conversaciones que sostuvimos con él y su esposa Doña Elvira, en una
entrevista-foro que le hicimos para El Nacional, de Caracas, que el día que se
embarcó en La Guaira para ir a Europa, se encontró a bordo con monseñor
Salvador Montes de Oca, obispo de Valencia, quien iba desterrado por el
gobierno del general Gómez, y naturalmente hicieron en el trayecto una buena
amistad.
-
Quién le iba a decir a usted –nos explicaba-
que años más tarde me tocaría a mí la misión
de hacer una estatua del obispo mártir, para ser colocada en una plaza
de Valencia.
Don
Antonio Rodríguez del Villar era conversador notable y de su permanencia en
Colombia y Venezuela conservaba innumerables anécdotas. En Bogotá se hizo muy
amigo de Guillermo Valencia. Su señora, una mujer encantadora que todavía vive
en Caracas, completaba la escena. Una pareja admirable.
Se
quejaba el artista, de que a pesar de que su proyecto original para este
monumento había sido aprobado por artistas e historiadores en todas partes, a
última hora fueron hecha en él algunas modificaciones, con las cuales no estuvo
de acuerdo; todo con el fin de reducir su costo. Este costo fue de setecientos
cincuenta mil bolívares para la entrega del monumento totalmente instalado y
terminado. El se sentía orgulloso de esta obra, la más importante realizada a
lo largo de su carrera profesional, que indudablemente fue muy fecunda. La
estatua de la Virgen de Coromoto, que se encuentra en Guanare, y la del
licenciado Miguel José Sanz, que podemos contemplar hoy en el colegio de
abogados del Distrito Federal en Caracas, son también obra suya.
En los
días de la conmemoración del sesquicentenario de la batalla de Carabobo en
1981, se le otorgó al artista con carácter póstumo la condecoración Sol de
Carabobo. Su viuda vino entonces de Caracas para recibirla.
Alfonso
Marín.
Valencia,
diciembre de 1985.
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