jueves, 17 de mayo de 2012

10 de Marzo de 1986. "Los Venados de Valencia"



Los Venados de Valencia


Acabamos de asistir a una charla del historiador y novelista Juan Correa sobre la Valencia del tiempo de Josefa Hidalgo; es decir, sobre la Valencia de los días estelares de nuestra guerra de independencia, que son los mismos dentro de los cuales se mueven con claridad meridiana los personajes de su novela “La Saga de los Malpica” publicada con gran éxito recientemente.

Una charla deliciosa: con absoluto conocimiento de causa, con agudo sentido crítico, con criterio de historiador y auxiliado algunas veces por la fantasía, y hasta por el embrujo poético del paisaje valenciano, Juan Correa nos paseó ágilmente por ese mundo maravilloso de la flora y la fauna de los valles que forman la cuenca del lago de Valencia. Al describir, por ejemplo, el nacimiento del río Cabriales y su deslizamiento por su milenario cauce rocalloso, casi convierte en un poema algunos párrafos de su charla. Nos describe la vegetación  de las inmediaciones, las distintas especies de peces que existían en el río y, en un sentido general, la enorme riqueza de la fauna. Cosas que impresionaron a los españoles del siglo XVI, sobre todo a Juan de Villegas, que nos visitó por primera vez el 24 de diciembre de 1547, cuando nuestro lago era una taza rebosante y cuando las colinas que nos rodean estaban llenas de manantiales por todas partes.

Al referirse a la inmensa cantidad de animales silvestres que poblaban estas comarcas, el conferencista dice que había manadas de venados que ambulaban por las inmediaciones de Valencia.

Y esta observación es correcta. Toda la cuenca del lago era así. Lo confirman las memorias de los extranjeros que visitaron estas tierras y que nos dejaron la más viva y objetiva descripción de ellas. Especialmente Humboldt, que nos dejó algunas estampas maravillosas, interesado como estaba en estudiar y describir las zonas geográficas que él iba recorriendo, acompañado de Aimé Bonpland, que era otro naturalista famoso que anduvo con él durante casi todo el recorrido de varias años en su célebre “Viaje a las Regiones Equinocciales”.

Por cierto que a propósito de los animales de cacería, Humboldt nos relata el episodio constatado por él en una de las islas de la laguna: dos días antes de su llegada a este sitio, habían estado allí unos cazadores, y un viejo conuquero que tenía una hija muy buena moza, pensó que estos cazadores podían hacerle a ella algún daño y para preservarla de este peligro la hizo subir a un árbol, donde permaneció toda una noche, mientras él la cuidaba armado de un machete, y no la dejó bajar hasta que no estuvo seguro de que los cazadores ya se habían ido.

Durante los trescientos años de la colonia, y aún después de establecida la república, los valles de Carabobo, y Aragua eran muy ricos en toda clase de animales de cacería. Revisando la colección de “El Cojo Ilustrado”, nos hemos encontrado con un reportaje publicado en 1911, donde se relata el lance de cacería de unos cazadores caraqueños que hicieron una excursión por las afueras de Maracay y cazaron 13 venados. Podría pensarse que se trata de una exageración, muy propia de quienes practican la cinegética, pero el hecho está comprobado por algunas gráficas, donde aparecen los 13 venados colgados en uno de los vagones del viejo ferrocarril que nos comunicaba entonces con la capital de la república.

Más todavía: aquí mismo en Valencia, en el sitio donde hoy se levanta la urbanización Santa Cecilia, existió hasta no hace muchos años una laguna donde los valencianos cazaban patos guiriríes. También en la finca La Rosarito, hoy Lomas del Este, existió otra laguna hasta principios de este siglo. Y en cuanto a la flora, no se diga: Juan Correa nos señala algunas de las plantas que existieron entonces y que gradualmente han ido desapareciendo. Por ejemplo: una palmera que se utilizaba para hacer sombreros y que fue descrita por Humboldt cuando nos visitó en el mes de enero de 1800. El sabio alemán encontró un pequeño bosque de estas palmeras entre Los Guayos y Valencia, que le recordaron los oasis del desierto.

En los cerros de nuestras inmediaciones, todavía se ven algunos animales silvestres, entre ellos algunos escasos venados, que de cuando en cuando se dejan ver de quienes hacen excursiones por estos cerros. También algunos picures y guacharacas. Las lapas, los monos, las guacamayas y otros animales, han desaparecido definitivamente. Y mientras tanto la vegetación se sigue destruyendo. En estos mismos días ha estado ardiendo como todos los años el Parque Metropolitano de Valencia. Hemos visto caer un hermoso árbol derribado por las llamas.

Las autoridades forestales, como siempre, han brillado por su ausencia.



Alfonso Marín.


Valencia, marzo de 1986.

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