lunes, 21 de mayo de 2012

31 de Marzo de 1986. "Monumento a Bolívar en Valencia"



Monumento a Bolívar en Valencia


Bolívar no tiene en Valencia, ya lo hemos dicho en otra oportunidad, un monumento verdaderamente digno de su gloria y de la tradición histórica de la  ciudad, como los hay en otras ciudades venezolanas y también del exterior.

Los valencianos nos hemos descuidado en esto, conformándonos con la pequeña estatua pedestre de nuestra plaza Bolívar, colocada sobre un pedestal y una columna demasiado altos (18 metros), en el sitio donde se había decidido poner una india, como símbolo de la libertad de América, según el decreto dictado por el Congreso de Cúcuta en 1821, un mes después de la Batalla de Carabobo. Este monumento, consistente en la “columna ática” de que nos habla el citado decreto, debió ser levantado en el propio campo de Carabobo, pero por una resolución del Gabinete de Guzmán Blanco, se decidió en 1888, bajo la interinaría del general Hermógenes López, que se hicieran estos cambios y así se hizo. En otras palabras: se substituyó la india con el Libertador y se colocó el monolito en nuestra plaza Bolívar y no en el propio campo de Carabobo como había sido previsto. Lo que el Congreso quiso glorificar con él, fue la batalla propiamente dicha, como acontecimiento histórico de primera magnitud, donde se había sellado nuestra independencia.

Hace poco tiempo, el entonces gobernador de Carabobo doctor Raúl Gómez Hernández, uno de los hombres más idóneos que han pasado por el capitolio de Valencia, planteó la conveniencia de levantarle un monumento a Bolívar en esta ciudad y por un malentendido de su departamento de relaciones públicas, se dio la noticia de que el Monolito iba ser trasladado al campo de Carabobo. Ardió Troya. Se formó el gran alboroto y el magistrado tuvo que aclarar que en ningún momento había pensado en eso.

Claro: mover el Monolito de su sitio, a estas alturas, sería tanto como demoler la catedral  o dar a ésta  un uso diferente. Nada de esto puede hacerse. Ambos forman parte esencial de la fisonomía urbana del centro de Valencia. También formó parte de esta fisonomía urbana nuestra hasta hace poco, el antiguo edificio municipal inconsultamente demolido de la noche a la mañana para sorpresa y estupor de los habitantes de la ciudad.  Fue un atentado que podría ser corregido, si se construye, como se han pensado, un nuevo edificio municipal en el mismo sitio, dándole a éste el mismo aspecto arquitectónico exterior que tuvo antes.  Se le devolvería de este modo a nuestra plaza Bolívar, parte de la estructura tradicional que dolorosamente y a ciencia y paciencia de las autoridades municipales, ha venido perdiendo definitivamente en los últimos años. Toda ella ha sido deformada en sus contornos en una forma increíble. Hoy la vemos convertida en un batiburrillo de cubículos comerciales y hasta de edificaciones descomunales destinadas a competir ventajosamente en altura con la catedral y el Monolito. La tradición ha sufrido en la plaza Bolívar de Valencia, una gran derrota.

En cuanto al posible monumento de que nos habló el doctor Rául Gómez para el Libertador, estamos absolutamente de acuerdo. Ese monumento, tarde o temprano, hay que hacerlo y quizá podría consistir en un conjunto escultórico, a la entrada de Valencia, por el lado de Naguanagua, reviviendo la escena del encuentro de Bolívar con el general Páez el 4 de enero de 1827, que dio al traste con la rebelión de La Cosiata. Sería una lección de historia. Aquella escena fue notable. Al día siguiente de este encuentro, Bolívar le escribe una carta al general Urdaneta y le dice: “Ayer llegué a esta ciudad donde me han recibido con un entusiasmo loco. Abracé al general Páez y en este abrazo, puede decirse, que ahogamos la guerra civil”.

Para hacer este monumento, se podría abrir un concurso entre escultores y en el caso de incluir en él a estos dos personajes, se cumpliría un doble objetivo, porque Páez tampoco tiene un monumento adecuado en Valencia. Hoy tenemos al Páez de las Queseras del Medio, de Pérez Mujica, en La Florida, a la salida hacia el Campo de Carabobo y el Centauro se encuentra allí como un llanero solitario, donde nadie lo visita. También lo tenemos en la plaza de San Blas; pero lo que colocaron en esta plaza en lugar del héroe fue la imagen relamida de un artista de Hollywood, que viene a ser la negación más absoluta de la figura heroica del prócer, que hizo de Valencia su ciudad preferida, después de la guerra. Páez tenía para entonces tres casas: una en Valencia, otra en Maracay y la tercera en Caracas, pero siempre quiso vivir en Valencia.

Este tema resulta inevitablemente largo. Volveremos sobre él.

Alfonso Marín.

Valencia, 31 de marzo de 1986.

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