Valencia defiende su Universidad
Nunca
un llamado hecho por El Carabobeño desde sus columnas editoriales había tenido
tan resonante aceptación como la que estamos presenciando en estos momentos
frente al gravísimo problema por el que atraviesa la Universidad de Carabobo.
En las propias oficinas de este diario acaba de celebrarse una reunión
altamente representativa, promovida por el arzobispo de Valencia, monseñor Luis
Eduardo Henríquez, hombre fundamentalmente ligado a los intereses espirituales
y culturales de la región, para tratar este asunto. Tanto él, como el rector
Gustavo Hidalgo, quien hizo un análisis descarnado y objetivo de la situación
planteada, y las demás personas que intervinieron en esta materia, dejaron muy en
claro dos cosas: primero, que el problema tiene una gravedad extrema, por ser
de vida o muerte para nuestro inmediato destino universitario, y segundo, que
Carabobo no aceptará nunca un nuevo cierre de la Universidad. Ya en principio
de siglo, concretamente en 1904, sufrimos el zarpazo de un atarantado dictador
que borró de una plumada del panorama educativo venezolano la antigua
Universidad de Valencia. Un hecho doloroso que afortunadamente al correr de los
años fue corregido.
Es
indudable, que en la actualidad la situación planteada es extremadamente
crítica, pero no podemos perder la esperanza de que cueste lo que cueste, esa
situación en los próximos días debe ser resuelta. Así se desprende de la
definitiva resolución tomada por quienes tienen en sus manos las gestiones que
se vienen haciendo; por quienes están luchando de frente para lograrlo.
Este
problema tiene un carácter nacional, por cuanto están involucradas en él todas
las universidades oficiales de Venezuela. Se trata de una crisis institucional,
que podría ser aprovechada, inclusive, para una revisión a fondo y una posible
reforma definitiva de nuestro sistema universitario; pero mientras tanto, está
por delante la emergencia de una paralización de actividades que afecta a
centenares de miles de estudiantes, que son en definitiva los más directamente
perjudicados con lo que está ocurriendo.
En el
caso particular nuestro, en lo referente a la Universidad de Carabobo, es
oportuno observar que considerando en forma individual este caso, también tiene
contornos nacionales, porque nuestra máxima Casa de Estudios es una universidad
alterna: los estudiantes que no encuentran cupo en otras universidades, se
vienen a Valencia. Vienen atraídos por dos cosas: por el prestigio de nuestra
vieja tradición universitaria y porque Valencia es una ciudad agradable para
vivir. La prueba de esto es que nuestra urbe crece todos los días a costas del
inmenso contingente humano que nos llega de otros lugares de Venezuela, y
también del exterior. Todo esto refleja en la Universidad de Carabobo: de los
45.000 estudiantes inscritos en ella, apenas un pequeño porcentaje son
carabobeños; los demás nos han llegado y nos siguen llegando de afuera.
Esta
circunstancia de la amplitud, digamos territorial o geográfica que tiene
nuestra Universidad, plantea el problema de un plano mucho más amplio: no
podemos desestimar ni dejar abandonados a los miles de estudiantes
universitarios venezolanos, procedentes de otras regiones, que han encontrado
aquí su asiento. No podemos desatenderlos.
Además,
y dentro de un concepto mucho más rígido de lo que esto significa, tenemos que
recordar que Valencia no se ha conformado nunca con la pérdida de su fuero
universitario: después de clausurada por el general Cipriano Castro nuestra
antigua universidad, se fundó aquí una Escuela de Derecho, bautizada luego con
el nombre de Miguel José Sanz, que se mantuvo en plena actividad hasta la
creación de la nueva universidad, incorporándose a ella con el carácter de
Facultad. Los estudiantes de esa Escuela de Derecho, que funcionaba en Valencia
como un puente de carne y hueso entre las dos universidades, iban a presentar
sus exámenes a la Universidad Central de Venezuela o a la Universidad de los
Andes. Y de allí salieron abogados notables.
Podemos
estar seguros, en consecuencia, de que nuestro fuero universitario no habrá de
interrumpirse.
El
manejo de este trascendental asunto para fortuna nuestra se encuentra, en manos
responsables.
Alfonso
Marín.
Valencia,
junio de 1986.
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