viernes, 25 de mayo de 2012

30 de Junio de 1986. "Valencia defiende su Universidad"


Valencia defiende su Universidad

Nunca un llamado hecho por El Carabobeño desde sus columnas editoriales había tenido tan resonante aceptación como la que estamos presenciando en estos momentos frente al gravísimo problema por el que atraviesa la Universidad de Carabobo. En las propias oficinas de este diario acaba de celebrarse una reunión altamente representativa, promovida por el arzobispo de Valencia, monseñor Luis Eduardo Henríquez, hombre fundamentalmente ligado a los intereses espirituales y culturales de la región, para tratar este asunto. Tanto él, como el rector Gustavo Hidalgo, quien hizo un análisis descarnado y objetivo de la situación planteada, y las demás personas que intervinieron en esta materia, dejaron muy en claro dos cosas: primero, que el problema tiene una gravedad extrema, por ser de vida o muerte para nuestro inmediato destino universitario, y segundo, que Carabobo no aceptará nunca un nuevo cierre de la Universidad. Ya en principio de siglo, concretamente en 1904, sufrimos el zarpazo de un atarantado dictador que borró de una plumada del panorama educativo venezolano la antigua Universidad de Valencia. Un hecho doloroso que afortunadamente al correr de los años fue corregido.

Es indudable, que en la actualidad la situación planteada es extremadamente crítica, pero no podemos perder la esperanza de que cueste lo que cueste, esa situación en los próximos días debe ser resuelta. Así se desprende de la definitiva resolución tomada por quienes tienen en sus manos las gestiones que se vienen haciendo; por quienes están luchando de frente para lograrlo.

Este problema tiene un carácter nacional, por cuanto están involucradas en él todas las universidades oficiales de Venezuela. Se trata de una crisis institucional, que podría ser aprovechada, inclusive, para una revisión a fondo y una posible reforma definitiva de nuestro sistema universitario; pero mientras tanto, está por delante la emergencia de una paralización de actividades que afecta a centenares de miles de estudiantes, que son en definitiva los más directamente perjudicados con lo que está ocurriendo.

En el caso particular nuestro, en lo referente a la Universidad de Carabobo, es oportuno observar que considerando en forma individual este caso, también tiene contornos nacionales, porque nuestra máxima Casa de Estudios es una universidad alterna: los estudiantes que no encuentran cupo en otras universidades, se vienen a Valencia. Vienen atraídos por dos cosas: por el prestigio de nuestra vieja tradición universitaria y porque Valencia es una ciudad agradable para vivir. La prueba de esto es que nuestra urbe crece todos los días a costas del inmenso contingente humano que nos llega de otros lugares de Venezuela, y también del exterior. Todo esto refleja en la Universidad de Carabobo: de los 45.000 estudiantes inscritos en ella, apenas un pequeño porcentaje son carabobeños; los demás nos han llegado y nos siguen llegando de afuera.

Esta circunstancia de la amplitud, digamos territorial o geográfica que tiene nuestra Universidad, plantea el problema de un plano mucho más amplio: no podemos desestimar ni dejar abandonados a los miles de estudiantes universitarios venezolanos, procedentes de otras regiones, que han encontrado aquí su asiento. No podemos desatenderlos.

Además, y dentro de un concepto mucho más rígido de lo que esto significa, tenemos que recordar que Valencia no se ha conformado nunca con la pérdida de su fuero universitario: después de clausurada por el general Cipriano Castro nuestra antigua universidad, se fundó aquí una Escuela de Derecho, bautizada luego con el nombre de Miguel José Sanz, que se mantuvo en plena actividad hasta la creación de la nueva universidad, incorporándose a ella con el carácter de Facultad. Los estudiantes de esa Escuela de Derecho, que funcionaba en Valencia como un puente de carne y hueso entre las dos universidades, iban a presentar sus exámenes a la Universidad Central de Venezuela o a la Universidad de los Andes. Y de allí salieron abogados notables.

Podemos estar seguros, en consecuencia, de que nuestro fuero universitario no habrá de interrumpirse.

El manejo de este trascendental asunto para fortuna nuestra se encuentra, en manos responsables.


Alfonso Marín.


Valencia, junio de 1986.

No hay comentarios:

Publicar un comentario