Historia de Carabobo
Fue,
sin duda alguna, un acierto, haber designado a Torcuato Manzo Nuñez para que
escribiera la historia de Carabobo, dentro de ese programa de la elaboración de
historias estatales, que el gobierno ha estado realizando. Una iniciativa de
gran alcance y de especialísima importancia, porque nosotros estamos
acostumbrados a que la historia de las regiones se escriba desde Caracas, a
través de los documentos oficiales, con todos los inconvenientes y deficiencias
que esto entraña, cuando lo natural es que esto se haga en la provincia, en el
propio teatro de los acontecimientos que hayan de ser narrados, y por personas
idóneas, encariñadas con su tierra.
Historiadores
que han tenido oportunidad de leer estas historias seccionales hasta ahora
publicadas, nos dicen que quizá las dos mejores que han aparecido, son la del
Táchira, escrita por el doctor Tulio Chiossone, y la de Carabobo, escrita por
nuestro colega Manzo Nuñez. Esta opinión nos satisface, por razones obvias.
Y a la
verdad que la Historia de Carabobo de Manzo Nuñez, es un excelente libro. Resulta admirable, que en el poco tiempo que
tuvo disponible para escribirlo, hubiera podido sintetizar en forma objetiva y
directa un enfoque regional documentado y tan bien orientado como el que ha
hecho. Nos presenta un verdadero estudio geográfico, orográfico e hidrográfico
de la región, antes de entrar en la parte histórica propiamente dicha. Nos
explica el origen del nombre de Carabobo, en un todo de acuerdo con un
estudio hecho por el profesor José Saer D´Heguert, eminente botánico y uno de
los últimos discípulos de Pitier, que dejó inédito, antes de morir, y que
posiblemente Torcuarto no conoce, porque no hace referencia a él al tratar este
punto.
Se
basa, no obstante, en otros naturalistas de renombre, que también han estudiado
el caso: todo lo cual nos lleva a la evidencia de que ese nombre procede de una
planta ornamental rupestre, de la familia de las ciclantáceas, propia de la
región y que todavía se encuentra en las pequeñas quebradas que existen en los
alrededores de nuestro campo inmortal.
A
partir de aquí, Torcuarto se adentra en una descripción física muy completa del
territorio del estado Carabobo, que comprende, naturalmente las peripecias
históricas y tradicionales que ha sufrido al correr de los siglos, nuestro
querido Lago de Valencia o Lago de Tacariguas. Y continúa luego con la
historia, y hasta con la prehistoria y la conquista de toda la extensión
territorial que ocupa el estado. Nos habla de sus primeros habitantes, de sus
hábitos de vida, de las primeras fundaciones de ciudades, incluyendo desde
luego, en primer término, las de Borburata y de Valencia, la organización
político territorial, los corregimientos, los cabildos, la etapa de la colonia,
las características del gobierno colonial y provincial y finalmente el
deslumbrante episodio de nuestra independencia y la participación que en él
tuvo Carabobo como uno de los teatros principales de aquella gran contienda,
dedicando los últimos capítulos de su obra a nuestra historia contemporánea,
para señalar con toda claridad el enorme aporte que ha dado Carabobo al proceso
de nuestro desarrollo, en sus aspectos más diversos.
Para
condensar todo esto en un libro de un poco menos de trescientas páginas,
Torcuarto Manzo Nuñez tuvo que hacer un esfuerzo inaudito; pero cumplió su
cometido con gallardía y buen sentido, con responsabilidad y acierto, dándonos
de este modo un nuevo ejemplo de su reconocida capacidad de trabajo, su
solvencia intelectual y su talento indiscutible.
Por
tales razones, esta nueva obra suya ha venido a constituir uno de los mejores
libros escritos en Valencia durante el año de 1982, que acaba de terminar, y
desde luego es un buen síntoma de lo mucho que de él debemos esperar, ahora
cuando se encuentra en plena madurez intelectual, enamorado como ninguno de la
vida, el desarrollo, el progreso y la tradición y la historia de su tierra.
Quienes
nos encontramos ligados a él por un compañerismo entrañable, tenemos motivos
más que suficientes para estar orgullosos con el triunfo de esta obra.
Alfonso
Marín.
Valencia,
enero de 1983.
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