viernes, 17 de agosto de 2012

Junio de 1978. "El Palacio de los Iturriza"



El Palacio de los Iturriza



Nuestro querido amigo Félix Napolitano, Ingeniero Municipal de Valencia, nos preguntaba hace poco si vale la pena salvar y restaurar el viejo Palacio de los Iturriza, que se ha querido demoler últimamente. Esto, en razón de que él esta poniendo especial empeño en salvarlo.

Claro que vale la pena. Más todavía: ésta es una de las pocas edificaciones de sabor antiguo, con méritos propios, que quedan en Valencia. El cemento y la cabilla se han empeñado en acabar con la tradición arquitectónica de la capital de Carabobo. Viejas casonas solariegas, donde aún resuenan los pasos de sus dueños y donde en los días de la colonia, y en los días de la guerra, y aun después de la guerra, ocurrieron hechos que deberían recordarse conservándolas, se han estado viniendo al suelo en forma despiadada bajo los pesados tractores, que pretenden simbolizar lo que con tanta razón llamó Tagore alguna vez la civilización fachadosa de nuestro tiempo. Y en otras ciudades, especialmente en Caracas, ha ocurrido lo mismo.

Se podría alegar que el Palacio de los Iturriza no es colonial, porque fue construido en la última década del pasado siglo. Pero este alegato resulta peregrino, porque  no sólo lo colonial debe conservarse. Existen numerosas edificaciones posteriores a la colonia, que son verdaderas joyas artísticas o históricas, y que por lo tanto deben respetarse.

Este Palacio de los Iturriza es un claro ejemplo del uso del estilo francés aplicado en Venezuela en el siglo pasado durante mucho tiempo. Otro ejemplo de este estilo lo constituyó nuestro viejo Palacio Municipal, en mala hora derribado, cuyas hermosas líneas arquitectónicas formaban parte inconfundible de la fisonomía urbana de Valencia. Tanto como la Catedral y el Monolito. Ese edificio, el Monolito y la Catedral, fueron siempre lo más típico, lo más característico, del centro mismo de la ciudad, y sin embargo tampoco fue posible salvarlo.

Otro ejemplo valiosísimo que nos queda de la aplicación del estilo francés en nuestro medio en las postrimerías del actual siglo XIX, es nuestro querido Teatro Municipal, cuyo calvario para preocupación y dolor de todos, se ha venido haciendo demasiado largo. Hasta se ha llegado a decir que es una réplica del Teatro de la Opera de París, lo cual no es exactamente cierto, pero entre ambos teatros existe lo que podríamos llamar un parentesco arquitectónico inconfundible.

La huella que dejó el Autócrata Civilizador en Caracas y otras ciudades de Venezuela, en materia de obras, está signada por la regla general, por ese estilo a que nos venimos refiriendo.

Ahora bien: volviendo al caso del Palacio de los Iturriza, queremos apoyar plenamente la iniciativa del Ingeniero Municipal, de restaurarlo y conservarlo. Ojalá otras edificaciones urbanas, igualmente amenazadas por la llamada piqueta del progreso, que ahora no es una piqueta, sino un monstruo implacable, tuvieran igual suerte. Ojalá las autoridades que dirigen o manejan el planteamiento urbano de Valencia, se interesaran igualmente por ellas.

Ese gran valenciano llamado Francisco Polo Castellanos, fallecido hace poco, se murió soñando con ver convertido este Palacio en un Museo, en una biblioteca, en un centro de estudio o de arte; en una casa de cultura. Creía él, y en esto lo acompañamos siempre, que por sus características propias, por su perfil arquitectónico, por su estilo romántico y también por su ubicación geográfica, ya que no existen razones de vialidad urbana para demolerlo, debería conservarse. Debería conservarse como una de las pocas edificaciones de verdadero sabor tradicional de que aun podemos enorgullecernos en la capital de Carabobo.

En esto estamos plenamente de acuerdo.


Alfonso Marín.

Valencia, junio de 1978.




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