Balcón Abierto del Cronista de la Ciudad - El Carabobeño
General Seijas Pittaluga
Alto, pausado, discreto, reviviendo la estampa de un centurión romano, la figura del general Humberto Seijas Pittaluga, jefe hasta hoy del Comando Regional N° 2 de las Fuerzas Armadas de Cooperación, se hizo muy familiar en Valencia para todos sus amigos. Un hombre afable, comunicativo, de fácil acceso a la amistad y al buen entendimiento, como lo ha demostrado en todo momento. Dispuesto a servir, en grado máximo, a la comunidad, con el más solícito empeño. Bueno y útil, como lo exigía El Libertador.
Además, un intelectual, destacado columnista de El Carabobeño. Da gusto hablar con él sobre temas diversos. Un interlocutor excelente. Y esto no es nada raro, porque nuestro Ejército cuenta hoy con un brillante equipo de oficiales que le hacen honor al uniforme; ingenieros, abogados, médicos, sicólogos, sociólogos, escritores, historiadores. Hombres civilizados en grado sumo, que tienen plena conciencia de la misión que les corresponde. Esto nos observaba un amigo cuando asistimos al acto de transmisión de mando de la Guardia, refiriéndose a los militares que en los últimos años han desfilado por las dependencias del Ministerio de la Defensa en nuestra región, tanto del Ejército como de las Fuerzas Armadas de Cooperación.
—Hemos tenido suerte, decía él.
—Tiene suerte Venezuela, le contestábamos nosotros.
Las armas nacionales tienen que estar en manos de hombres idóneos. Es la mínima garantía a que podemos aspirar los venezolanos.
Pues bien: uno de esos hombres idóneos es el general Seijas Pittaluga, quien se ausenta ahora para Caracas a ocupar en el Ministerio de la Defensa otro alto cargo; se ausenta con nostalgia, porque ya se había arraigado en Valencia, como sucede casi siempre con las personas que nos llegan de afuera. Siempre lo hemos dicho: Valencia es una ciudad pegajosa para los extraños; tiene una especie de sortilegio, de poder esotérico, de brujería, para las personas procedentes de otras latitudes, tanto de Venezuela como del exterior, que cuando llegan aquí, quieren quedarse. Y muchas de ellas se quedan, definitivamente.
La misión cumplida por el general Seijas Pittaluga al frente de su cargo durante más de dos años consecutivos, resiste el más riguroso análisis crítico. El mismo lo ha confirmado así en sus palabras de despedida, al afirmar que implantó en los servicios de la Guardia un sistema de procesamiento automático de datos que hoy sirve de modelo para otras unidades; creó un nuevo destacamento, construyó una urbanización de 80 casas para guardias nacionales, con todos sus servicios, y persiguió el tráfico de drogas al máximo, habiendo decomisado en una sola operación doce toneladas de estupefacientes. Un verdadero récord en esta materia.
Un día el general Seijas Pittaluga fue llamado por la legislatura de Carabobo para interpelarlo. Un error de procedimiento y un error táctico: ni el asunto de que se trataba ameritaba esa interpelación, ni él estaba obligado a concurrir a ella. Sin embargo, él asistió, por razones de cortesía, para ver de qué se trataba; se sentó en el banquillo, como cualquier hijo de vecino, y convirtió el banquillo en una cátedra; una cátedra de decencia cívica ciudadana y de respeto a la ley; dio a los legisladores regionales una lección de hermenéutica jurídica, con los textos legales en la mano, y salió por la puerta grande. Los legisladores no pudieron menos que aplaudirlo. Así lo reseñó la prensa local.
Otro día nos acercamos a él, en representación de la Fundación Parque Metropolitano de Valencia, para que nos suministrara un servicio de vigilancia para el parque. Inmediatamente dio las instrucciones necesarias para que esa vigilancia se hiciera, con guardias a caballo, como se acostumbra en otros países. Desafortunadamente, los trabajos de restauración del parque fueron suspendidos y el servicio establecido por él quedó sin efecto. Menos mal que en estos momentos el gobernador del Estado anuncia que la restauración del parque va a ser reiniciada en forma definitiva y que muy pronto el soñado Parque Metropolitano de Valencia va a ser un hecho. Así debemos esperarlo.
Queremos observar, finalmente, que en sus palabras de despedida el general Seijas Pittaluga hizo profesión de fe en su amor a Valencia. "Ciudad acogedora y amplia", dijo. Y esto significa que no tendría nada de extraño que en cualquier momento se venga a radicar definitivamente entre nosotros. Tanto él, como su esposa, doña Eddy Bustamante de Seijas, una inteligente y bella bogotana que él supo conquistar cuando fue agregado en la embajada de Venezuela en Colombia, dejan entre nosotros los más hondos recuerdos. Se trata de una pareja que supo conquistar la más alta estimación de Valencia.
Valencia, agosto de 1986
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