Balcón Abierto del Cronista de la Ciudad - El Carabobeño
DAMAS AZULES
Se acaban de celebrar en esta ciudad trece años de actividades de las Damas Azules de Valencia, integrantes de la “Acción Voluntaria de Hospitales”, constituida para prestar sus servicios en los centros hospitalarios locales en forma espontánea y gratuita, dentro de las normas establecidas por esta benemérita institución para su cabal funcionamiento; institución ésta, que tiene carácter nacional, con su sede principal en Caracas y con filiales establecidas en distintas ciudades del interior, una de las cuales, y de las más activas, es Valencia, donde sus integrantes ya suman varios centenares. Se han celebrado hasta ahora aquí veintiocho cursos de entrenamiento, lo que revela el gran interés que este filantrópico movimiento ha despertado en la capital de Carabobo.
Para dar una idea más concreta y objetiva de lo que significa esta agrupación, transcribimos a continuación algunas de sus normas programáticas, que se aplican con un sentido de responsabilidad compartida digno de todo encomio:
“La Acción Voluntaria de Hospitales es una asociación civil, sin fines de lucro, de carácter benéfico, apolítica, abierta a todos los credos, integrada por personas que prestan servicio voluntario, no remunerado. Su objetivo es prestar ayuda voluntaria a las instituciones hospitalarias nacionales, municipales o privadas no lucrativas, en lo que se refiere a la atención integral del paciente. Su colaboración se concreta específicamente a aquellos problemas que se refieren a la parte afectiva, cultural y de esparcimiento de cada paciente, con el fin de humanizar aún más el servicio al enfermo. Para lograr esto, Acción Voluntaria de Hospitales realiza una serie de actividades, siendo la central y la más importante, rendir servicios directos o indirectos a los pacientes dentro o fuera del hospital sin interferir en ningún caso la labor del personal profesional, técnico o administrativo”.
En Valencia, esta generosa iniciativa de prestar atención a los pacientes hospitalarios, encontró desde el primer momento una gran resonancia. Numerosas damas de la sociedad valenciana se aprestaron de inmediato a incorporarse a este movimiento, y allí están ellas trabajando todos los días con el más noble desprendimiento y con el más solícito empeño. El término fijado para prestar estos servicios, está reglamentariamente estipulado en tres horas semanales como mínimo y en siete horas diarias como máximo. Dentro de estos límites, cada una de estas damas escoge el tiempo que más le convenga, sometiéndose en todo caso a la rigurosa disciplina de una puntualidad absoluta en el desempeño de sus funciones específicas.
Da gusto ver cómo las amas de casa, apersonadas de su deber y sensibilizadas al máximo en cuanto a la noble función de servir, apartan determinados momentos de su diario quehacer para trasladarse a algún hospital a cumplir las tareas asignadas a cada una de ellas. Una buena manera de compartir las obligaciones del hogar con las de aliviar el dolor ajeno; un modo muy concreto y directo de ejercitar la caridad, no por interés, sino por la caridad misma y a la vez de aprender determinadas normas de enfermería que luego pueden ser aplicadas a sus familiares en su propia casa.
Esto está en todo de acuerdo con el pensamiento del célebre sociólogo francés: ninguna persona que piense y sienta -dice él- podrá ser feliz si los demás no lo son, o si no contribuye, por lo menos con lo que esté a su alcance, para que lo sean.
En esta obra generosa de las Damas Azules de Valencia, hay un fondo de nobleza, que hace honor a la bondad tradicional de nuestras mujeres y que pone muy en alto el gentilicio carabobeño.
Valencia, agosto de 1986.
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