sábado, 5 de julio de 2025

Julio de 1986. "BARRETO-LIMA"

 Balcón Abierto del Cronista de la Ciudad - El Carabobeño


BARRETO-LIMA


El apellido Barreto Lima tiene en el ámbito social y cultural de Carabobo un sonido neto de moneda de buena ley. Ese apellido nos llegó un día de la región de Cojedes, que perteneció a Carabobo hasta la primera década del presente siglo. Está ligado a la tradición histórica de ambas regiones. Dos vástagos de él han trazado con su espíritu emprendedor y su ejemplar amor telúrico, una huella profunda: Manuel Salvador y José Rafael.


El primero, médico insigne, fue designado hace poco por nuestro Concejo Municipal, Hijo Ilustre de Valencia, con ocasión de sus bodas de oro profesionales, en reconocimiento, en primer término, a su gran labor sanitarista. De él nos ocuparemos en forma más detenida próximamente. Hoy queremos referirnos a José Rafael, que acaba de morir en esta ciudad, al cabo de una larga actuación profesional, muy propia de quien supo servir a la comunidad de la manera más amplia.


José Rafael Barreto fue, en compañía de J.J. Olavarría y del doctor Fernando Branger, uno de los fundadores o precursores del urbanismo de Valencia. Ellos tres son los autores de nuestra primera urbanización, la de Las Acacias, iniciada y ejecutada por ellos en 1939, cuando todavía Camoruco era la principal y única zona residencial de lujosas edificaciones familiares que existía en Valencia. Ellos trazaron y ejecutaron la de Las Acacias.


Por cierto que la conformación de ésta, consistente en una calle muy larga, provista de una zona verde en el centro, sin vías laterales que se cruzaran cada cien metros, como se usaba antes, causó una gran sorpresa. Se pensó que era un disparate, acostumbrados como estábamos a lo que los ingenieros llaman el damero, característico de nuestras ciudades fundadas por los españoles. Luego, ellos mismos idearon y ejecutaron la urbanización Carabobo, donde está el indio Guacamaya del escultor Alejandro Colina y donde José Rafael vivió hasta su muerte.


Pero no iban a parar aquí las actividades urbanizadoras de José Rafael Barreto: cuando se nos presentó el judío norteamericano Sender Ramani, dispuesto a emprender la construcción de Ciudad Alianza, ciudad satélite de Guacara y hoy ciudad satélite de Valencia, a la cual se habrá de incorporar en un futuro no lejano, junto con el municipio Los Guayos, que por decisión de la asamblea legislativa de 1964, hoy se encuentra comprendido en nuestra zona metropolitana como municipio urbano de Valencia; cuando ocurrió eso, el señor Ramani no encontró un ingeniero más calificado que él para confiarle el diseño y la realización de Ciudad Alianza.


Al informarse acerca de las personas que habían intervenido y que estaban interviniendo en nuestro desarrollo urbano cada vez más acelerado, no pudo menos que designarlo a él como su mano derecha en la ejecución de esta obra. De este modo, el nombre del ingeniero José Rafael Barreto Lima, queda ligado, en el campo profesional, a tres urbanizaciones muy importantes: Las Acacias, Carabobo y Ciudad Alianza.


Pasarán los años, y cuando se escriba la historia de nuestra época contemporánea, para dejar en claro el desarrollo urbano y demográfico de Valencia, que ha alcanzado una intensidad cada vez mayor en los últimos años, el nombre de este profesional tiene que ser tomado en cuenta como uno de los pioneros de nuestro desarrollo.


Pero no es sólo eso: José Rafael Barreto Lima era uno de los hombres mejor informados acerca de la más reciente historia de Valencia, sobre todo en lo concerniente a su desarrollo. Poco antes de su muerte, y esto lo decimos con el más nostálgico dolor, tuvimos la idea de celebrar conversaciones con él, con el auxilio de un grabador magnetofónico; para tomar nota de una infinidad de detalles, que él quería suministrarnos, a requerimiento nuestro, desde hace algún tiempo; pero desafortunadamente esto no pudo hacerse por su gravedad última, que lo iba a llevar a la tumba.


Se llevó consigo toda una serie de conocimientos objetivos, muy útiles, adquiridos por él a través de los años. Se fue temprano, como tantos otros, cuando todavía Valencia tenía derecho a esperar de él valiosas iniciativas inherentes al progreso de la ciudad.


Razones insuperables, ajenas a nuestra voluntad, nos impidieron acompañarlo ahora en su trance definitivo hasta el cementerio, como habríamos deseado hacerlo. Sin embargo, con admiración y afecto deshojamos hoy estas breves y justicieras palabras de despedida sobre su tumba. Cumplió una gran misión en Valencia y así lo reconoceremos siempre.


Valencia, julio de 1986.


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